Relación Dorada
Este 14 de octubre se cumplen 50 años del primer juego en la Liga Venezolana de Béisbol Profesional de Águilas del Zulia B.B.C., surgiendo desde entonces una afinidad estrecha entre sus seguidores y el equipo de béisbol que traspasa sus éxitos en el terreno, resumidos en seis campeonatos nacionales y dos series del caribe.
Ir al Estadio Luis Aparicio se ha convertido en una costumbre arraigada dentro de todos sus seguidores quienes años tras año acompañan a su club dentro de los campeonatos de la LVBP, convirtiendo al majestuoso templo del béisbol zuliano, en un referente común donde se dan cita todos los parroquianos sin importar su edad, sexo y condición social.
Costumbre que hoy en día añóramos con mucha ansia el gran número de zulianos fanaticos de Águilas regados por el mundo entero por causas ya conocidas y que no pretendemos abordar en este espacio.
Para este servidor quien tuvo el honor por más de 25 años de formar parte del grupo encargado de la transmisión de los juegos de Águilas del Zulia, lo que me permitió ser testigo de excepción de esa pasión.
Reconociendo en estos recuerdos que si ya antes en la caseta de transmisión añoraba el estar en la tribuna hoy es uno de mis más preciados sueños y anhelos, porque en esta circunstancia de la vida que nos ha tocado vivir, es cuando más se reconoce el dicho hoy tan de moda y con tanta certeza “Éramos felices y no lo sabíamos”.
En esta celebración de los 50 años quizás no tan pomposa como desearíamos y para alguien que comenzó desde niño a ir al estadio me remontó a tantos bellos recuerdos, empezando que quizás el mas claro que tengo fue el día que mi papa quien falleció cuando yo tenia 5 años de edad me llevo al estadio, no se con quienes jugaron ni cómo quedó el juego pero esta en mi memoria, como cuando mi primo Rogelio Pulgar me llevaba al juego y salíamos bañados de fría cerveza cada vez que el equipo hacía algo bueno, es más en un juego de play off ante el Caracas, donde el resultado hizo que a mis ocho años saliera llorando por lo adverso recuerdo que perdía Aguilas 2-0 y se acercó a 2-1 y por supuesto nos bañaron, conectando el siguiente bateador un hit para empatar, lanzando yo en medio del júbilo un rico cepillao de cola que me estaba comiendo al momento.
Después desde los 13 años quería ir a todos los juegos y mi mamá me llevaba en el estadio para irme a buscar al finalizar el juego, compartiendo desde entonces con amigos de infancia y liceo como Edgar González (+), Helimenes Fuenmayor, y su primo cada uno de los juegos de esos años entre 1985 hasta 1989.
Una de mis experiencias inolvidables fue cuando le pegué al Pool de la primera carrera y después de cobrar el premio bajamos a comer en Date, sus exquisitas hamburguesas, o los extremadamente deliciosos pastelitos “Kuike”, y ver cómo ese día que Magallanes ganó 23 a 0, ver cómo un señor tiraba contra el piso su radio en señal de disgusto por la paliza, mientras se iba del estadio.
Gritos como el de “Una Cervecita pues...”, impuesto por Gustavo Granadillo, o ver cómo aquel señor quien nunca supe su nombre cuando el equipo anotaba carreras le arrebataba toda la mercancía a los vendedores para lanzarla a la tribuna y después le pagaba todo al angustiado vendedor.
Olores y sabores inolvidables los de la comida, todo era espectacular como los sándwiches de salsa rosada y jamón, los cepillaos, tostones, maní en concha, y los ya mencionados pastelitos y tequeños, después con el paso del tiempo vendrían otras comidas pero ya yo estaba en otras funciones donde no disfrutaba igual que en la tribuna.
Como olvidar en la temporada 88-89 el jonrón de Carlos Quintana para ganarle un juego en el Round Robin al Caracas, o como el público despidió al equipo para que fuera a liquidar la final en Maracay ante los Tigres, después de ganar los tres juegos en Maracaibo, habiendo llegado abajo 0-2.
Las gaitas de Pillopo en la tribuna, o la orquesta de Los Hernanis Carruyo, escuchar los éxitos de Guaco en el sonido interno, son parte de mis memorias, como la seguridad de ir y venir en los buses de circunvalación 2, o de cualquier ruta que sacaban a quienes no tenían carro del estadio en los juegos importantes.
Ya como parte del circuito también son muchas memorias imborrables pero esas se las compartiré otro día ya que mi sueño es trabajar en ese u otro circuito antes de irme del mundo terrenal.
Por eso en estas bodas de oro mi reconocimiento a toda la familia Machado, a la familia Rincon, a todos los trabajadores de Aguilas del Zulia y a todos los peloteros por darnos tantas alegrías y emociones, esperando que todo regrese a ese pasado glorioso para seguir escribiendo páginas doradas en un futuro para el disfrute de las generaciones futuras.
Será hasta la próxima Dios Mediante