El Emergente
Ignacio Serrano
La pelota venezolana ha probado un nuevo formato de competencia en los últimos dos años y los “dioses del beisbol” se han empeñado en poner a prueba el experimento con real rudeza.
En el campeonato pasado la polémica giró alrededor del sistema de puntos. Lara, uno de sus principales proponentes, pagó cara la idea, al quedar eliminado pese a cerrar con récord positivo en la fase regular. Para colmo, Aragua llegó al último día con la necesidad de perder (sí, perder) para garantizar un mejor lugar en el draft de sustituciones.
Descartado el conteo de puntos, retomadas las victorias como el elemento crucial de decisión, la polémica ocurre ahora por la figura del “perdedor afortunado”, ese elenco que, después de tropezar en su primera serie de playoff, todavía tiene opción de ser campeón, si gana el encuentro del comodín y sigue adelante, hasta el último día de la final.
Es curioso que esto del wild card no haya traído cola hace 12 meses, siendo que ya estuvo en práctica en el torneo anterior. Quizás el revuelo del puntaje haya tapado lo que vino después, o puede que esos “dioses del beisbol” hayan decidido jugarle una mala pasada a todos, haciendo que dos de los posibles sobrevivientes hoy sean escuadras que jugaron clamorosamente mal en su duelo inicial.
Porque así como los casos de Cardenales y Tigres eran lo peor que podía pasarle al formato en la 2015-2016, esto de ahora es lo peor que podía sucederle a la novísima figura del comodín.
Por un lado, los bengalíes fueron barridos por las Águilas. Por el otro, el pitcheo de los Tiburones se desplomó de manera insólita, al punto de cerrar su serie con más de una carrera limpia permitida por inning lanzado. Para colmo, los Bravos llegaron al máximo de siete encuentros contra el gran favorito de la justa, con gran defensa y excepcional trabajo monticular, sin por ello tener chance de acceder al wild card, porque terminaron en la sexta plaza de la eliminatoria.
Recordemos la mayor ironía: Margarita tuvo el mismo récord de ganados y perdidos que La Guaira y Aragua en la regular; la diferencia entre ellos estuvo en las series particulares.
La opinión pública, al menos la que se expresa a través de las redes sociales, ha sido muy crítica en contra del sistema. No tenemos un estudio serio a la mano, pero al menos en la informalidad de los 140 caracteres, el desacuerdo ha sido casi unánime.
El formato favorito de este columnista es el de sólo cuatro clasificados en la eliminatoria y la celebración de semifinales directas, con dos finalistas y un campeón. Listo. Como mandan el uso y costumbre mundiales.
Entiende este redactor, sin embargo, que hay razones económicas para poner a seis divisas en la postemporada, eliminando el round robin, especialmente por las tremendas circunstancias económicas y la inseguridad en los traslados nocturnos de la Venezuela actual.
Hemos visto a muchos pedir que el favorecido en este formato sea un “mejor perdedor”. El club que mejor juegue su serie y pierda. Pero ojo: eso de escoger al “mejor perdedor” de las series de playoffs fue un fracaso muy criticado en el baloncesto. En ese esquema de la LPB, los insulares tendrían un último chance, es verdad, porque en efecto fueron el mejor de todos los perdedores. Pero hace dos mayos, cuando la LVBP creó este comodín, hizo énfasis en que debería reconocerse el mayor esfuerzo de una zafra completa, antes que el azaroso desempeño en una serie a siete compromisos. Y que todo debería decidirse en el terreno.
En eso sí coincide este columnista. Si el nuevo sistema va a pervivir, es preferible que valga más lo hecho de octubre a diciembre y no la lotería de una semana. Los casos de Tigres y Tiburones son escandalosos ahora, pero han podido ser Zulia y Anzoátegui los barridos; ¿no sería justo que, por lo hecho en la eliminatoria, fueran ellos quienes tuvieran esa segunda oportunidad?
Tampoco es una tragedia, lo que estamos viendo. El deporte de alta competencia ofrece múltiples ejemplos y nadie ha pedido la cancelación del sistema.
El término “perdedor afortunado” tiene padre. En el tenis, se llama lucky loser al jugador que, habiendo perdido en la fase de clasificación previa a un torneo, recibe el derecho de entrar al cuadro principal por el abandono inesperado de otro tenista. Ha habido lucky losers que al final hasta ganan su torneo, de hecho, y nadie ha protestado por eso.
Algunas especialidades olímpicas ofrecen fases de repechaje, que terminan otorgando el derecho a ganar medallas a atletas que, de lo contrario, habrían sido eliminados. Tampoco hay drama por ello.
Este cronista prefiere que sólo clasifiquen cuatro (u ocho, si algún día ocurren dos expansiones y es factible la fiesta de una LVBP con 12 equipos). Y que se disputen series directas sin artificios ni comodines.
Pero en esta pelota, los equipos que quedan fuera en diciembre encajan pérdidas económicas. En la Venezuela de hoy es imposible pedir a los dueños de equipos que asuman un formato que les impondrá mayores restricciones.
Ojalá busquen alternativas en la próxima Convención Anual, pero entendamos que el tema económico es insoslayable. El beisbol es el pasatiempo nacional, sí, pero también es un negocio. Y es precisamente porque no todos tienen ganancias que no ha sido posible la próxima expansión.